Fernando Gerbasi
Durante las últimas cuatro décadas del Siglo XX, Venezuela fue
apreciada, y en muchos casos admirada, por la solidez de su democracia, por una
política exterior seria, responsable y solidaria, por la alegría de vivir de
sus gentes y por sus valores culturales y deportivos.
Cuando paseamos la mirada hoy en día por la prensa internacional o
reflexionamos sobre lo que la opinión pública de otros países piensa sobre
nosotros, constatamos con profunda tristeza que ya no se nos ve de la misma
manera. Ni siquiera nos ven con un cierto grado de benevolencia pues al
contrario lo que leemos en la prensa u oímos o vemos en la radio y en la televisión
o escuchamos en las calles, es la imagen de un país dividido, que va a la
deriva, que carece de proyecto y de gobernabilidad, que a pesar de su inmensa
riqueza petrolera vive en la escasez, por lo que sus ciudadanos se ven
obligados a hacer largas e insufribles colas. No extraña que los índices
internacionales nos coloquen siempre entre los últimos países, cuando no el
último, con excepción del relativo a la
inflación que nos otorga el no
envidiable primer puesto en el mundo.
Un país en donde impera la inseguridad y los 24.980 muertos por
homicidio que la sociedad puso el año pasado así lo demuestra. Un país donde no
hay democracia, no hay división de poderes, ni Estado de Derecho. Un país en donde
los derechos humanos son vulnerados cada día pues lo que impera es la represión
policial y militar. Un país en donde no hay diálogo, ya que se ha dividido a
las familias, a los amigos y mucho mas a las fuerzas políticas bajo el
anacrónico concepto de “patriotas” y “antipatriotas”. Un país con un gobierno
incapaz, ineficiente, intolerante que solo pretende mantenerse en el poder para
radicalizar aún mas el modelo fracasado del mal llamado “Socialismo del Siglo
XXI”.
Un gobierno que se aísla de la comunidad internacional, al
mantener una diatriba constante con terceros, ya sean gobiernos, personalidades
o medios de comunicación internacionales. Que está privado de argumentos –a nos
ser por los reiterativos falsos
magnicidios y golpes de Estado- y por lo tanto carece de credibilidad y
consecuentemente pierde reconocimiento internacional. Así estamos y así nos
ven.
Esta situación se ha agravado de manera exponencial a raíz de la
injusta, ilegal e irresponsable detención del Alcalde Mayor de Caracas, Antonio
Ledezma, que solo ha concitado el rechazo de gobiernos, parlamentos regionales
y nacionales, ONG de derechos humanos, organizaciones que agrupan a ex
presidentes o ex primeros ministros, así como de la prensa internacional a
través de sus editoriales y artículos de opinión. Pero como si esto no fuera
suficiente, el vil homicidio de Kluivert Roa, de tan solo 14 años y quién antes
de recibir un tiro en la cabeza imploró por su vida, lo que no le impidió a su
asesino ejecutarlo, ha causado indignación, repulsión y condena a nivel internacional.
La violenta represión y persecución política que se ha desatado en
Venezuela, como consecuencia de la intolerancia gubernamental, ha puesto en
evidencia el carácter no democrático del régimen. Y, como tal es apreciado por
muchos en el mundo incluyendo gobiernos.
Es la hora de la oposición
venezolana unida. Hoy mas que nunca se requiere de unidad y mas unidad para
evitar declaraciones tan tergiversadas como las del Presidente Mujica de Uruguay
que nos dividió en dos bandos. Según el, en la oposición venezolana habría dos sectores: “El de Henrique Capriles y
los que quieren un golpe de Estado”. No hay que escuchar cantos de sirenas
ni hacerse eco de declaraciones divisionistas. Es el momento
de aprovechar al máximo las preocupaciones que se expresan, de una u otra
manera en gobiernos de nuestra región y Europa, para lograr la solidaridad de
ellos que permita poner fin a la violencia y consecuentemente se respeten los
derechos humanos, liberar a los presos políticos y se fijen las fechas para las
elecciones parlamentarias con el compromiso de llevarlas acabo.
Sin duda alguna esto daría paz al país y permitiría, si es que hay
voluntad política por parte del gobierno, cambiar el rumbo de la tan equivocada
política económica e ir solventado paulatinamente los acuciantes problemas que
confrontamos los venezolanos día a día.
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