martes, 11 de junio de 2013

Cuando la impericia gobierna.


Fernando Gerbasi[i]

Una vez mas el gobierno venezolano pone en peligro las relaciones bilaterales colombo venezolanas, a raíz del encuentro privado entre el presidente Juan Manuel Santos y el líder de la oposición venezolana Herinque Capriles. La reacción del gobierno venezolano y lideres del oficialismo fue desproporcionada, grosera y altanera y para nada cónsona con las prácticas que deben regir el devenir de las relaciones entre dos Estados destinados, por la geografía,  a entenderse.

Esta reacción fue desencadenada por el presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, - quien constitucionalmente no tiene nada que ver con la orientación y manejo de la política exterior del país,-  al declarar que el presidente Santos le estaba poniendo una bomba de tiempo a las relaciones bilaterales al recibir a un asesino fascista.  Tanto Maduro como el canciller Jaua fueron implacables en sus declaraciones contra Colombia en la persona de su presidente y gobierno.  Para el canciller venezolano ese encuentro, como minino, tendía a “descarrilar” las relaciones bilaterales y obligaba a revisar la participación de Venezuela, en calidad de acompañante, en las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana.

Por su parte, las autoridades del país hermano minimizaron el asunto al punto que el propio presidente Santos lo calificó de malentendido y decidió que su gobierno lo resolviera por los canales diplomáticos.  

El gobierno venezolano, ya sea por impericia o voluntarismo político se equivocó al evaluar lo ocurrido e incurrir en amenazas  que, de ponerlas en práctica, no solo no le aportarían beneficios sino mas bien mas desprestigio internacional y aislamiento. Si decidiera salirse de las negociaciones de paz no las pondría nunca en peligro pues éstas han alcanzado su velocidad de crucero, particularmente después del primer acuerdo entorno a la cuestión agraria, y por lo tanto, cada día que pasa su éxito o fracaso son  responsabilidad única del gobierno colombiano y de las FARC. Además, el papel que desempeñó Venezuela, por muy importante que éste haya sido, hoy en día es marginal pues tan solo actúa como acompañante del proceso, nunca como facilitador o mediador.

Si decidiera el gobierno de Venezuela dejar La Habana daría muestras de haber mantenido una postura insincera en cuanto a la paz de Colombia, y su única consecuencia sería dejar varados a los negociadores de las FARC en esa ciudad, que fue bella.

Poner en peligro las relaciones bilaterales, por razones eminentemente políticas no puede sino calificarse de temerario a la vez que torpe. Aunque el comercio bilateral ha decaído y difícilmente volverá a alcanzar el esplendor que significo durante parte  de la década pasada, particularmente el año 2.008,  Colombia, por su cercanía y facilidad en el transporte,  sigue siendo un abastecedor importante de productos alimenticios, sanitarios y farmacéuticos en momentos en que el país atraviesa, quizás, por su peor crisis de abastecimiento en estos rubros.

Toda la alharaca creada por el oficialismo venezolano ante la visita de Capriles a Colombia no le traído sino efectos internacionales negativos a éste, y positivos para Capriles así como para Santos.

Un hecho bilateral lo potenciaron y lo convirtieron en noticia internacional, donde destacó el lenguaje destemplado, inamistoso y pendenciero de las autoridades de nuestro país. Capriles recibió reconocimiento como líder de la oposición y sus planteamientos  sobre el engaño a  los Jefes de Estado de UNASUR que convinieron en una formula para  la auditoría de todos los votos emitidos en las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril, en lo que se comprometió Nicolás Maduro y que luego no cumplió, fueron  ampliamente difundidos por la prensa internacional. El presidente Santos, quedó como lo que es, un demócrata.  En esta ocasión unió a los colombianos entorno suyo, incluyendo al ex presidente Uribe, pues como toda nación se sienten con el derecho de definir su propia agenda internacional sin imposiciones externas.

Todo consecuencia de un gobierno que sufre el desgaste de luchas intestinas, y que se siente sin piso político. Y de que Maduro no es Chávez.



[i] Publicado en Sexto Poder. Año 3, Nº 140.